Dernier maquis #cinereseñas

Dernier maquis
Rabah Ameur-Zaïmeche, Francia-Argelia, 2008

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La lucha de clases enredada con conflictos religiosos y con los de la migración: el cineasta francoargelino Rabah Ameur-Zaïmeche retrata en esta cinta a los trabajadores de un taller que almacena y da mantenimiento, en una zona industrial de la región parisina, a miles de bases para montacargas, el último eslabón en cualquier cadena de distribución. La mayor parte de los trabajadores son musulmanes, incluyendo al propietario del taller, y muchos son migrantes africanos recientes; otros, como el director del filme y el personaje al que representa (el patrón), descendientes de la migración argelina inmediatamente posterior a la conflictiva y dramática independencia de ese país.

Mao, el patrón, trata de amortiguar la inquietud creciente de los trabajadores por mejores salarios mediante la construcción de una mezquita en el taller para la satisfacción de las necesidades espirituales de esa grey, y nombra como imán del templo a un trabajador algo mayor, que efectivamente conoce el Corán, pero que es servil y manipulable. No todos los trabajadores aceptan el paliativo y algunos (entre ellos el único no religioso) hablan de sindicalización y huelga.

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El conflicto se narra con una técnica similar a la de el otro film de RAZ que hemos comentado: Les chants de Mandrin. Este peculiar director que protagoniza sus películas y las realiza siempre con un mismo equipo técnico y de actores, como si fuera una empresa familiar, cuenta sus historias con una discreción fincada en diálogos sobrios, muy puros y veraces, y las fortalece con la visualidad de sus locaciones y sus actores (la mitad de ellos trabajadores reales del taller y no actores), con una manera poética de interpretar el documento que registra de la realidad. Así, mediante esas colecciones de estampas que plasman la realidad de forma tan extrema como el cinéma vérité, RAZ desenreda una historia simple y directa —política— a la que su entorno, su tiempo, sus detalles, sus nimiedades vuelven compleja, como la vida misma. Sólo habría que reclamarle en este sentido que la ausencia de mujeres en su narración sea tan escandalosa.