El tráfico de influencias como costumbre

Circuito Mágico del Agua

Circuito Mágico del Agua

Los padres de familia del colegio de mis hijos, por correo electrónico, nos proponen realizar actividades extraescolares como visitar museos, y entre ellas mencionan un «museo interactivo» y el «paseo del agua», el parque limeño de las fuentes con luces y chorros manejados por computadora, verdadero antihomenaje a nuestro seco desierto que de eso precisamente carece: de fuentes de agua. La iniciativa es muy buena. Hagamos el paseo de las lluvias artificiales, ya que está ahí, y vayamos, cómo no, al museo interactivo, una iniciativa de caracter privado en donde el visitante experimenta directamente con las exhibiciones y obtiene resultados que generan aprendizajes científicos concretos.

Pero lo que me lleva a escribir esta nota es la respuesta de una de las madres a la cadena de correo, que decía más o menos así: «Puedo ayudar con lo del parque de las aguas y en lo del Museo Metropolitano, ya que [nombre de su hija] es nieta de la Alcaldesa de Lima y ella estará feliz de recibirnos…». Plaf, pensé. No sólo llegó así la propuesta de traficar influencias para el solaz de nuestros hijos, sino que la señora confundió el museo interactivo, del que seguramente no tendrá noticia, con el flamante Museo Metropolitano de Lima, exhibición auspiciada por la municipalidad que pone en escena, a través de pantallas de 360° y otros trucos tecnológicos, la historia «oficial» de la ciudad, que no es precisamente interactivo como los museos de ciencia sino más bien espectacular y vistoso: si bien va más allá de exhibir objetos con un letrerito de «no tocar», sigue siendo mera exhibición, comunicación unidireccional.

Que también se realice la visita al nuevo museo municipal. Pero, ¿será que esos espacios son sólo demagogia periodística y que en realidad no se pueden visitar sin la anuencia de la autoridad? («Ícono de la ciudad y símbolo indiscutible de la recuperación de los espacios públicos de Lima», dice el sitio en internet sobre el Circuito Mágico del Agua). No, pues. Son museos, parques, espacios públicos. Todos tenemos derecho de asistir a ellos pagando módicas sumas, precios al alcance de casi cualquier persona. Todos esos espacios cuentan con procedimientos organizativos y logísticos institucionales para coordinar visitas de grupos y colegios. A ellos se puede asistir simplemente apareciendo ante sus puertas en horario de servicio, pagando lo que cueste y ya. Era absolutamente innecesaria una intervención así, por mucho que una de las chicas del grupo fuera nieta de la alcaldesa. Eso mismo podría haber sido razón de peso para seguir los procedimientos normales, algo parecido a lo de «predicar con el ejemplo». Me dio risa la aparición del influyentismo en un tema tan anodino. Pero así somos, pensé. Y esperé que quedara ahí la cosa, que se echara en saco roto la intervención que proponía un trato especial para nuestros hijos que no son sino niños normales que no requieren tratamientos distintos a los que se da a cualquier otro niño.

Pero no quedó ahí. Al día siguiente, la misma madre de familia arremete de nuevo por el correo con copia de la «respuesta de la alcaldesa sobre los espacios solicitados» (en mayúsculas para enfatizar el trato preferente que su amable intervención nos ha grangeado). Efectivamente, la titular del gobierno de Lima brindaría su apoyo para organizar las visitas en cuestión, haciendo una clara diferencia entre los niños del salón de clases de su nieta y el resto de los niños de Lima. La representante de los discursos de inclusión y democracia, igualdad y acceso, cedía inmediatamente, y en apariencia sin mayor reflexión, a la solicitud de un privilegio por parentesco. Estas cosas dan tanto qué pensar: es terrible que no podamos superar la acción discrecional ni siquiera para lo que tiene que ver con la formación de los niños. Buen ejemplo les damos si les conseguimos un trato preferencial sin razón alguna, sólo porque una de sus compañeras es nieta del gobernante en turno. Exactamente lo mismo que cuando el borracho detenido por el agente de tránsito trata de sacárselo de encima con la amenaza de «no sabes con quién te estás metiendo» porque es hijo de congresista o algo así. Eso es tráfico de influencias y, por ende, corrupción.

2 Respuestas a “El tráfico de influencias como costumbre

  1. Postscriptum. El paseo al Círculo Mágico del Agua finalmente se organizó gracias a las amables gestiones de la hija de la alcaldesa de Lima. Actuando como dictadora por designio divino y no como gobernante electa por el pueblo, ella otorgó el privilegio de ingreso gratuito a un grupo de niños cuyas familias podían pagar el precio sin que esto fuera merma para sus economías domésticas, pero sus padres y madres sí tendrían que pagar. No conformes con eso, ante la ausencia de un número importante de niños, quedaron diez entradas gratuitas que las madres rápidamente se arrebataron. Y así concluyó el ejemplo de la arbitrariedad. Niños y adultos que podían pagar sin problemas los cuatro soles que cuesta entrar al parque, entraron gratis, mientras que muchos que no pueden pagarlo se quedarán mirando desde el exterior. Esta es la democracia de Susana Villarán y de la clase media limeña. No puedo olvidar, en este contexto, que durante las elecciones que ganó Villarán, los corrillos de los padres de familia fuera del colegio, mientras esperaban la salida de sus hijos, mumuraban agriamente contra esta reina que ahora les entrega privilegios.

  2. La hija de la Alcaldesa propuso la visita solo para hacer politiquería a favor de su madre y darse una «mano de bleque», no por llevar a los niños. En todos lados se cuecen habas. Pero la alcaldesa debió conseguir TODAS las entradas gratis, más el transporte y algún pequeño refrigerio, si quería ganar adeptos!!!!

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